Solo para neuróticos
Una mirada clínica sobre las estructuras mentales y el deseo de curarse
No todos
pensamos, sentimos o sufrimos igual.
Y no todas las personas que buscan ayuda lo hacen desde el mismo lugar
psíquico.
La estructura mental no es un diagnóstico, ni una etiqueta.
Es una forma de organizar el mundo interno. De vivir el deseo, el conflicto,
la angustia.
¿Qué es un neurótico?
Un
neurótico —en el lenguaje del psicoanálisis— no es alguien "enfermo".
Es alguien que piensa, se interroga, se angustia, busca sentido.
Es alguien que vive tensionado entre lo que quiere y lo que cree que debe.
Entre lo que siente y lo que teme sentir.
Entre el deber ser… y el deseo de ser.
La
neurosis no es cómoda.
Pero es profundamente humana.
Y muchas veces, es desde ese lugar donde llega el pedido de ayuda.
No desde el delirio, ni desde el corte radical con la realidad.
Sino desde el desborde de pensar y sentir demasiado.
¿Hay cura para la neurosis?
Depende
de lo que entendamos por "curar".
Si curar es silenciar el síntoma, adaptarse sin cuestionar, dejar de
pensar…
entonces no.
No hay cura.
Porque el neurótico no vino a callarse.
Vino a entender, a resignificar, a hacer algo distinto con lo que le pasa.
Pero si
entendemos la cura como una transformación del sufrimiento,
como un alivio profundo, como un habitar más libre el propio deseo,
entonces sí: hay un pronóstico posible.
Y ese
pronóstico no es un destino fijo.
Es un camino que se construye en la transferencia, en la palabra, en el
lazo.
El poder de nombrar
Una de
las herramientas más potentes en la clínica con neuróticos
es darle forma al caos. Nombrar. Ubicar.
Y eso no lo hace el terapeuta solo.
Lo hace el/la paciente, acompañado, sostenido, habilitado a pensar distinto.
La escucha
atenta —como la que vos estás haciendo ahora al leer esto—
ya es una parte del camino.
No se
trata de curarse para ser "normal".
Se trata de vivir con menos peso lo que duele.
Y con más deseo lo que late.
¿Y las otras estructuras?
¿Y qué
pasa con quienes no dudan, pero actúan?
Con quienes no se angustian, pero desestabilizan.
Con quienes no sufren por pensar… pero hacen sufrir a los demás.
¿Qué hacemos —clínicamente, éticamente— frente a lo psicótico, lo perverso, lo narcisista?