Ser imagen de Dios
Un manifiesto para una psicología con alma
Por Valeria Díaz
Ser
imagen de Dios, para mí, no es un dogma ni una forma cerrada.
Es una vivencia de evolución espiritual y humana.
Es sentir que nuestra experiencia como personas forma parte de algo más
grande, más antiguo y más profundo:
una cadena viva de almas que caminaron con pasión, que buscaron sentido,
que dejaron legado.
Me siento
parte de esa corriente.
Siento que el alma se expande cuando se conecta con los grandes:
psicólogos, filósofos, artistas, poetas...
personas que vivieron intensamente su tiempo y abrieron camino para otros.
En mí,
esa herencia se transforma en propósito.
Camino desde el psicoanálisis hacia lo que intuyo como una nueva psicología
del siglo XXI:
una psicología sensible, ética, integradora, que ya no solo se detiene en el
dolor o en la herida,
sino que también abraza la potencia creadora de cada sujeto.
Sigo la
huella de quienes descubrieron el inconsciente,
pero también abro la puerta a la psicosíntesis:
la búsqueda de integrar lo fragmentado,
de alumbrar el sentido, de activar la vida en cada persona.
Creo que
la salud mental no puede separarse del amor, de la esperanza, de la fe en el
devenir.
Creo que la psicología no puede desarraigarse de la vida.
Y creo, profundamente, que cada proceso terapéutico puede ser un acto
creador,
una forma de participar del legado divino,
una manera de honrar lo humano en su totalidad.
Este es
el espíritu que guía mi trabajo.
Este es el fuego que me habita.
Y esta es la invitación que te hago:
a caminar conmigo,
a integrar,
a transformar,
a seguir siendo imagen viva de aquello que nos sostiene,
que nos piensa
y que nos espera.