Psicología

Psicología clara. 

Habitar sin repetir el desamparo

A veces creemos que los espacios que ocupamos —como madres, padres, hijas, parejas, trabajadoras, terapeutas, amigas— parecen una elección personal, libre y consciente. Pero en muchas ocasiones, esos espacios están habitados desde los silencios de un trauma no reconocido. Desde una herida temprana que se volvió forma de vida. Desde un guion aprendido en la más absoluta vulnerabilidad.

Este recorrido que hoy comparto en voz alta nace desde una convicción que fue madurando con los años: muchos de nuestros roles están habitados desde el desamparo, y no desde la salud mental.

El desamparo del que hablo no es abstracto. Es fundante. En ese desencuentro primario entre madre y bebé, donde algo vital falla. Donde el sostén no llega, la mirada se desvía, el ritmo se interrumpe. Y esa ausencia —a veces imperceptible, otras brutal— se convierte en una huella que luego repetimos en nuestros vínculos, en nuestras elecciones, incluso en nuestros síntomas.

José Luis Díaz Rossello, Víctor Guerra, Magdalena Strauch, Cristina Rodríguez Rega y Ricardo Bernardi lo exploran desde distintas aristas, pero la raíz es compartida: ese fallo inicial en el sostén emocional instala en la psiquis un vacío que, de no ser elaborado, se repite una y otra vez. Como una coreografía que aprendimos sin saberlo.

Desde la perspectiva de Melanie Klein, este desencuentro no condena. Lo que está en juego es la capacidad de reparación psíquica. Esa posibilidad —humana, potente, valiente— de reelaborar el dolor sin negarlo, sin idealizarlo, sin convertirlo en identidad. Reparar no es borrar. Es hacer con eso algo distinto. Más vital. Más consciente. Más real. No se trata de "culpar a nadie", sino de asumir la posibilidad adulta de elaborar, tramitar, reelaborar… con responsabilidad y sin patologizar el proceso de duelo.

Sin ese trabajo psíquico, muchas veces confundimos roles con destinos. O peor: nos extenuamos intentando encajar en ideales del yo que no nos pertenecen. Nos exigimos ser madres abnegadas, padres exitosos, hijas perfectas, profesionales brillantes... y lo hacemos desde una autoestima que, en lugar de estar sostenida por una historia elaborada, se apoya en estructuras frágiles, compensatorias, más cercanas al narcisismo primario que a una autovaloración adulta.

Y cuando ese ideal del yo fracasa —como inevitablemente ocurre— aparece la culpa, la autoexigencia, la sensación de fracaso. Como si fallar en el rol implicara no tener derecho a existir. Como si no estar a la altura de lo esperado nos quitara valor.

Habitar los roles desde la salud mental es, entonces, un acto de emancipación. Requiere revisar nuestras formas de maternar, de paternar, de vincularnos, de cuidarnos, incluso de trabajar. Preguntarnos si lo que hacemos lo elegimos hoy, desde la adultez psíquica, o si lo estamos repitiendo desde la niña herida, desde el niño no mirado.

Esta sección nace con ese propósito: hacer claro lo que a veces queda atrapado en la penumbra de lo no dicho. Hablar de salud mental no solo como ausencia de síntomas, sino como capacidad de habitar con conciencia, de reparar con ternura, de crear sin arrastrar.

No somos el desamparo que vivimos. Somos la posibilidad de tramitarlo.

Gracias por estar acá.

Lic. Valeria Díaz – Psicóloga
Psicoterapia | Caminatas terapéuticas | Reflexión y vínculo

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