Preguntas
Preguntas que me habitan.
¿Qué queda de la fe cuando se disuelve la culpa?
Durante largos años me aferré a la lógica del pensamiento científico, aquella que analiza y desmonta, que busca en el análisis lo inasible. Aprendí a desarmar respuestas fáciles, a cuestionar cada promesa de salvación sin esfuerzo. Sin embargo, en lo profundo, algo resonaba: una necesidad de creer en una fuerza creadora, en una presencia que no es la voz impuesta por la tradición, sino una energía que da vida al universo, un alma que se manifiesta en todo lo que existe.
En las madrugadas, cuando las calles dormían y mi mente se atrevía a explorar lo inefable, me preguntaba:
- ¿No es la fuerza creadora, esa idea que me conmueve sin necesidad de un dogma, la misma que nos invita a ver en cada ser la posibilidad de resurgir?
- ¿Cuándo dejamos de escuchar la voz patriarcal que nos habla de poder y control, para abrir espacio a una voz interior, sensible y vulnerable, que es al mismo tiempo valiente y reconfortante?
- ¿Cómo se disuelve la culpa cuando aprendemos que la fortaleza no reside en negar el dolor, sino en reconocerlo y transformarlo en una energía curativa?
A veces me maravillo al pensar que, lejos de ser un pensamiento mágico o una simple ilusión, aquello que muchos llaman "Dios" puede interpretarse como la fuerza amorosa que acompaña, sin imponer, sin castigar. Esa fuerza no busca imponerse a través de la autoridad ni reproducir viejos modelos de masculinidad que han limitado el alcance de una verdadera escucha. Sino que se revela en la capacidad de dar paso, en el poder de rendirse al misterio sin perder la claridad del análisis.
Hoy, mientras formulo estas preguntas, me doy cuenta de que no se trata de renunciar a la razón, sino de abrir un espacio en el que la ciencia y la fe puedan dialogar sin enfrentarse. Se trata, sobre todo, de dejar que cada quien elija lo que le hace bien, sin la presión de encajar en marcos que, por siglos, han buscado encerrar la complejidad humana en esquemas simplistas.
Me
pregunto, ¿cómo podemos transformar la herencia del pensamiento patriarcal en
una voz que en vez de imponer, abrace? ¿Cómo convertir la desconfianza y el
escepticismo en una búsqueda constante de lo que nos alinea con nuestro ser,
sin necesidad de fórmulas cerradas ni certezas absolutas?
¿Será que la verdadera fuerza creativa se manifiesta precisamente cuando nos
atrevemos a cuestionar, a interrogar lo que se nos enseñó a temer y callar?
Cada pregunta es una invitación a detenerse, a hacer una pausa en el correr diario, a dejar que la reflexión se asiente en el silencio. Cada pregunta es también una semilla: una posibilidad de crecer en lo auténtico, en lo compartido, en lo vital.