El desamparo nietzscheano

Leer sin abrigo. Pensar sin consuelo.

Leer a Nietzsche me dejó desprotegida.
No porque no entendiera —aunque a veces no entendía—
sino porque no había red. No había consuelo.
No había un autor dispuesto a cuidar, a sostener, a dar una respuesta.
No había una mano que me dijera: "tranquila, vas bien".

Y esa falta de abrigo… se pareció al desamparo real.

Nietzsche no acompaña como terapeuta.
No suaviza. No ordena. No permite distraerse en lo decorativo.

Su forma de pensar no es una invitación. Es una sacudida.
No busca que creas: quiere que pienses.
Y pensar, cuando una ha sobrevivido al desamparo, no siempre es una fiesta.
A veces, es otra caída.

Quise encontrar una luz en sus palabras.
Un mensaje oculto. Una verdad que pudiera seguir.
Pero no estaba. Y no porque no tuviera nada para decir,
sino porque su mayor gesto filosófico fue no aliviar.

Y eso me enfrentó conmigo misma.
Con mi necesidad de sentido. Con mi deseo de que alguien me diga
que todo esto —pensar, existir, sentir— tiene un destino amable.

Entonces entendí algo:
no estoy perdida, estoy por fin sin guion.

Mi lectura de Nietzsche no es limpia.
No es académica. No es desapegada.
Es lectura con cuerpo. Con historia. Con desconfianza y con ganas.
Leo desde mi tiempo. Desde mi género. Desde mi barrio.
Desde todo lo que me atraviesa cuando escribo y cuando existo.

Y si algo aprendí de este filósofo es que pensar no puede ser ingenuo.
Porque todo pensamiento está marcado por relaciones de poder,
por ideología, por contexto. Incluso el más lúcido. Incluso el mío.

Pero eso no me paraliza.
No me resta valor.
Me hace más honesta. Más humana. Más atenta.

No produzco verdades eternas.
Produzco desde donde estoy. Desde lo que sé. Desde lo que puedo ver.
Y desde ahí, dejo una huella para quien venga después.

La verdad no es una cima.
Es un camino que se recorre sabiendo que hay niebla, piedras, desvíos.
Y que aun así, vale la pena andar.

Hoy entiendo que la humildad es también una posición filosófica.
Una forma de existir sin querer tener razón.
Una forma de hacer clínica, de acompañar, de pensar,
que no se apoya en certezas, sino en preguntas que no se rinden.

Y si leer a Nietzsche me confrontó con el desamparo,
también me devolvió una certeza simple:

Pensar puede doler. Pero también puede ser el primer acto de libertad.

Lic. Valeria Díaz – Psicóloga
Psicoterapia | Caminatas terapéuticas | Reflexión y vínculo

📍 Montevideo Oeste | Atención también en modalidad online
📧 caminoporvaleriadiaz@gmail.com
📱 WhatsApp: 099 803 006
🔗 Web: camino4.webnode.page
📘 LinkedIn www.linkedin.com/in/valeriadiazpsi

"Caminar es también una forma de pensar."
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar