Cuando el afuera nos habla: caminar como acto creativo y sincrónico
"Hay
caminatas en las que algo se acomoda adentro cuando algo aparece afuera.
No es magia. No es casualidad. Es sincronicidad."
Caminar
no es solo moverse.
Es mirar. Es encontrar. Es dejar que lo que está afuera nos devuelva
algo que habita dentro.
Es un acto creativo porque pone en juego la mirada, la percepción, la
interpretación.
Hay
personas que, al caminar, ven una flor creciendo entre las piedras, y sienten
que esa imagen les dice algo.
Otras ven a un perro callejero mirarlas con ternura, y se sienten vistas.
A veces, sin que nadie lo diga, el afuera nos susurra una verdad.
Jung y la sincronicidad
Carl
Gustav Jung llamó sincronicidad a esas coincidencias significativas
entre un estado psíquico y un evento externo.
No hay una causa que los una, pero sí un sentido profundo.
Un sueño
que anticipa un encuentro.
Una caminata que lleva a una respuesta.
Un símbolo repetido que aparece justo cuando lo necesitamos.
Para Jung, estas experiencias son momentos en que el alma y el mundo se sincronizan. Y caminar puede abrirnos a esa posibilidad.
Ciencia y misticismo: ¿cómo se encuentran?
A veces
creemos que lo científico debe estar separado de lo simbólico. Pero la
experiencia humana no funciona así.
Lo místico no es lo opuesto a lo racional: es su complemento.
La intuición, el arte, la sincronía, también son formas de conocimiento.
Caminar
puede ser entonces un laboratorio del alma:
Un espacio donde la ciencia de la percepción se encuentra con el misterio del
sentido.
El mundo
que miramos al caminar puede convertirse en espejo.
Pero hace falta estar disponibles para ver.
Una invitación creativa
¿Y si
cada caminata fuera también una creación?
¿Y si cada objeto que aparece en el camino tuviera algo para decirnos?
¿Y si anotáramos lo que vemos y sentimos, como un diario de caminatas?
Caminar
puede ser una forma de arte íntimo. Una bitácora simbólica.
Una manera de decirnos cosas que no sabíamos que necesitábamos oír.